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06/05/2009

La Poderosa Muerte

por Pok

Con esta entrada quiero inaugurar el nuevo rumbo que deseo tenga este blog. Pequeñas reflexiones personales sin olvidarme de la Poca Madre de los Poderosos.

He visto morir a personas en accidentes, por enfermedades o por vejez. La muerte de cualquier persona es triste (bueno casi de cualquier persona, debo confesar que hay muertes que no me alegran pero no me producen tristeza, incluso y por desgracia, me son indiferentes). Hay factores que aumentan o disminuyen la tristeza que nos produce una muerte; la circunstancia, la cercanía, la cantidad de muertes en un mismo evento, son entre otros factores, los que determinan el impacto en los sentimientos de cada uno de nosotros.

Hoy me pegó cerca:

Hoy murió Alfonso, cayó por unas escalinatas improvisadas para subir y bajar por el bordo donde está su sencilla vivienda. El cráneo, y en general los huesos de un niño son más elásticos que los de un adulto, pero el golpe fue tal que no le valió ser un niño de 5 años. Iba al preescolar, era compañero de uno de mis sobrinos, mi sobrino Mauri, que no entiende lo que es la muerte todavía, y sólo alcanzaré a decirle, si me lo pregunta, que Pocho se fue, que ya no lo verá. Yo veía a Alfono casi a diario, en sus ojos había el brillo de la inocencia, del no saber todos los problemas por los que los adultos nos enfrentamos unos a otros cada día, del no saber de esta lucha entre el bien y el mal que tiene al mundo actual como lo tiene, esa misma lucha que se da en cada uno de nosotros a medida que vamos perdiendo la inocencia o que nos hace perderla al ir entrando al mundo y batallar con lo bueno y lo malo que nos presenta. Hoy lo vi por última vez, sin ese brillo en sus ojos, en los brazos de su abuela que gritaba desesperada por su niño.

Ángela, la mamá de Poncho, es una típica mujer de una zona rural, hoy muy temprano salió para no regresar tan tarde, fue a la ciudad a recoger los dólares que su esposo, indocumentado en los Estados Unidos, le manda cada mes. Dejó a sus hijos con la abuela, quien apenas puede con ella misma. Ángela aprovechó el viaje a la ciudad y el tener dinero para comprar una muñeca para su hija Estela y un trompo para Poncho porque el día del niño nos les pudo regalar nada pues no tenía dinero. Hoy, el lugar donde pagan los envíos de dinero estaba abierto y el lugar donde venden juguetes también pero el jardín de niños donde Poncho asistía estaba cerrado por una cosa que se llama influenza y por órdenes de quien sabe quien. ¿Creen que Ángela  o  Poncho  o la mayoría de nosotros entendemos de verdad  porque se cerraron escuelas y otros sitios? Hoy Poncho iba a participar en un desfile escolar que fue cancelado por una epidemia, por uno de tantos virus por los que pasó y sobrevivió.

Mañana sepultan el cuerpo, en medio del inmenso dolor, la mamá dijo que quiere que el trompo se lo lleve su hijo… si pudiera ella se iría con él… porque ella también se murió, ya no le importan los dólares. El padre ya no sabrá si regresar o perderse para siempre en ese extraño país donde se puede ganar más dinero a cambio de alejarse de los que uno quiere y que valen mucho más que todo el dinero del mundo.

El señor presidente municipal ayudó a la familia con la compra del ataúd porque además el niño era hijo de uno de sus ex trabajadores que tuvo que irse al “otro lado” porque el salario que le pagaba el patrón era una miseria que sólo alcanzaba para medio comer, ni pensar en construir unas escalinatas mas o menos bien hechas y menos de concreto como las que están en la casa del señor presidente o como las que hay en el kínder donde el recuerdo de Poncho se irá yendo poco a poco.

Estoy triste, esto me ha calado hondo, por eso pensé en esta canción que de algún modo tiene algo que ver:

Hijos del quinto sol, leamos entre líneas.

Keny Arkana

Keny Arkana

Keny Arkana