El Yunque y las elecciones del 2012

por Pok

El Yunque y las elecciones del 2012

Por Jaime Avilés (Columna Desfiladero. La Jornada)

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El pasado 5 de septiembre, se cumplieron cuatro años exactos de la trágica tarde en que el tribunal electoral declaró presidente (sic) electo (resic) a Calderón, con una inverosímil ventaja de 233 mil 831 votos. Desfiladero sospecha –y puede documentar– que esos votos los aportó la Organización Nacional de El Yunque (ONY) gracias al actual gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva Ramírez, líder de los talibanes del Bajío.

En 1995, Vicente Fox ganó la gubernatura del estado de las momias y las charamuscas con 723 mil votos; el PRI obtuvo 409 mil y el PRD, 87 mil. El 2 de julio de 2000, Juan Carlos Romero Hicks triunfó con un millón 460 votos (56.5 por ciento), casi el doble de lo acumulado por el PRI (34.0) y muy por encima del PRD (6.7). Romero recibió 277 mil votos más que Fox. ¿Y eso por qué? Bueno, porque el jefe de su campaña fue Oliva Ramírez, que sumó a su favor los votos de los panistas tradicionales y los de El Yunque.

Durante el sexenio de Romero (y con el apoyo de Fox desde Los Pinos), Oliva armó su propia estructura de poder y, con ella, arrasó en los comicios estatales del 2 de julio de 2006. Ese día recabó un millón 166 mil votos. Con respecto a los resultados de 2000, el PRI cayó de 34.0 a 26.1 por ciento, y el PRD subió de 6.7 por ciento a 10.8, gracias al efecto López Obrador.

En la elección presidencial de 2000, Fox reunió en Guanajuato 1 millón 128 mil votos; Francisco Labastida Ochoa, 517 mil y Cuauhtémoc Cárdenas 121 mil. En 2006, sólo en Guanajuato, Calderón se alzó con un millón 155 mil, Roberto Madrazo, con 369 mil, y Andrés Manuel, con 301 mil. En otras palabras, como jefe de campaña del PAN en 2000, Oliva Ramírez le consiguió a Fox 128 mil votos más que a Romero Hicks, pero en 2006 se adjudicó 11 mil 417 más de los que le dio a Calderón.

Tanto en los procesos de 2000 como de 2006. Oliva logró y conservó los 200 mil y pico de votos de El Yunque, que terminaron convirtiéndose en la ventaja que reconoció a Calderón sobre López Obrador. Pero hay un detalle que no debemos mirar con desdén. Alianza Cívica demostró que, en 2006, Guanajuato fue el estado donde se produjo el mayor número de sustituciones de funcionarios de casilla, minutos antes de que la gente empezara a votar.

Esa jugarreta, clave para el éxito del fraude, corrió a cargo de Elba Esther Gordillo: por medio del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la principal operadora de Salinas de Gortari compró, o amedrentó, para mandarlos a su casa, a toda una legión de presidentes, secretarios y escrutadores de casilla, y los remplazó por mapaches que, a la hora del conteo final, alteraron a placer los resultados.

Guanajuato fue al fraude electoral de 2006 en México, lo mismo que Florida al fraude electoral de 2000 en Estados Unidos. Calderón, por lo tanto, le debe a Oliva Ramírez mucho más de lo que suponemos: no en vano, el secretario particular del hombrecito de Los Pinos es el guanajuatense Luis Felipe Bravo Mena, ex líder nacional del PAN y pilar de El Yunque en el Bajío.

A 21 meses de las elecciones presidenciales del 1º julio de 2012 –si algo llamado México aún existe para entonces–, el poder de Oliva Ramírez está intacto y mantiene la utopía foxista de guanajuatizar nuestro país (o lo que de éste quede). Con gran instinto de conservación, el líder talibán urdió una argucia jurídica para sacar de la cárcel a las seis campesinas que tenía presas por abortar. Así logró quitarse de encima la presión de los medios, de la ONU y de la sociedad civil. Pero no modificará nada sustantivo: mientras ustedes leen estas líneas, la policía yunquista busca por todo el municipio de San Miguel de Allende a una jovencita, de nombre Daniela, acusada de homicidio en razón de parentesco (o sea, aborto) para encerrarla, juzgarla y sentenciarla.

El fanatismo religioso, visto al microscopio, es fuente de numerosos problemas de salud pública. Por su rechazo al empleo de preservativos, y al fomento de una cultura sexual responsable, sana y libre, sólo ocasiona dolor, horror y desgracia. Fomenta la pandemia del sida, favorece el auge de otras enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados, sobre todo en adolescentes; los abortos clandestinos y los partos por cesárea que, en las condiciones de extrema pobreza en que vive la mayoría de la población de nuestro país, son causantes de un altísimo índice anual de muertes maternas.

Para el movimiento que lucha por la transformación del país, Guanajuato debe ser observado a partir de ahora con una atención enorme. La organización de comités ciudadanos, la capacitación para la defensa del voto, la vigilancia del proceso electoral en cada una de sus etapas serán tareas básicas para impedir que se repita el floridazo de 2006. Y para construir una alternativa a El Yunque en el plano regional. De otra manera, ¿cómo lograr que caiga la directora del Instituto de la Mujer Guanajuatense (Imuge), Luz María Ramírez Villalpando, que comparte con el obispo de Querétaro la siniestra opinión de que el feminismo es el origen de todos los males de la sociedad?

¿Cómo presionar al Congreso estatal para que Guanajuato adopte la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia? ¿Cómo derogar, en fin, todos los prejuicios religiosos que El Yunque elevó a la categoría de leyes y de políticas públicas? Ante el derrumbe del gobierno espurio –al que todos sus cómplices exprimieron hasta sacarle la última gota, dejándolo ahora convertido en una especie de jerga de la que sólo brota ya mugre y sangre a raudales–, la ultraderecha defiende las ruinas morales del régimen colocando a los príncipes más retrógradas de la Iglesia en la primera línea del fuego declarativo, mientras Calderón se desmadeja y la oligarquía prepara el ascenso de Peña Nieto al poder.

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