El Engaño; Prédica y Práctica del PAN

por Pok

PROCESO

El engaño: prédica y práctica del PAN

Primera Parte

“El engaño: prédica y práctica del PAN” es el más reciente libro del periodista Alvaro Delgado, quien revela y documenta, con base en abundante información, la acelerada degradación del partido político que ejerce el poder en México.

Prácticas fraudulentas, abuso del erario, claudicación ante el poder del dinero, manipulación de la fe, prácticas corporativas, uso faccioso del aparato gubernamental, cotidianas reyertas internas, pactos mafiosos con el priismo, dependencia de la cacique magisterial Elba Esther Gordillo… el desprecio del PAN a su historia.

En el prólogo de “El engaño: prédica y práctica del PAN”, editado por Grijalbo, el historiador Lorenzo Meyer expone que son los propios panistas, con sus proclamas y sus obras, los que hacen un retrato de sí mismos:

“El resultado es nada halagador para un partido que por mucho tiempo presumió de ser modelo de integridad, de agrupación política representativa de la ‘gente decente’ y de la moral católica bien cimentada, pero que hoy ya no es sino una sombra de aquella época y modelo original.”

Con autorización del autor de “El Yunque, la ultraderecha en el poder” y “El Ejército de Dios”, y de la editorial Grijalbo, Apro reproduce el capítulo 13 “El engaño: prédica y práctica del PAN”, que comenzará a circular los próximos días.

Los financieros del odio

…En el mundo empresarial y en el político es donde el relativismo doctrinal y el reblandecimiento moral llegan a extremos alarmantes… Atrapados en el laberinto del interés económico, que fatalmente se manifiesta en términos de compraventa y de provecho, están arrojando al lodazal principios y normas cuya sede está situada infinitamente más arriba.

Efraín González Luna. Los motivos del desertor.

Caía la tarde en Chihuahua y una vasta zona pudiente de la capital del estado fue tomada por piquetes de guardaespaldas, cuyos vehículos y aparatos de comunicación anticipaban un acontecimiento grande.

Se celebraba una boda.

Era la noche del sábado 15 de julio del 2006, y en el hotel Westin Soberano, de Chihuahua capital, nada oscurecía la felicidad de los contrayentes: Lisa Barraza y Marcelo Margáin exhibían, elocuentes, la dicha por su enlace.

Ella, con un discreto vestido blanco de mangas cortas y una cinta roja que rodeaba su cintura breve. El, portando un traje de fino corte que resaltaba su cuerpo atlético, forjado en la disciplina y el sacrificio que imponen los Legionarios de Cristo.

El muchacho venía de Monterrey, de una familia entregada a los grandes negocios y a la adoración de Dios. Educado toda su vida en colegios legionarios, a los 19 años de edad se incorporó al movimiento Regnum Christi, creado por la congregación fundada por Marcial Maciel.

Marcelo había vuelto de un viaje de un año como predicador del Evangelio, en Brasil, que emprendió, atormentado por los alcances de su fe.

“A pesar de llevar una buena vida espiritual y haber estado en algunos apostolados, sentía que no había hecho nada que realmente valiera la pena por Cristo, no experimentaba una verdadera entrega.”

Pero esa noche el sufrimiento ya se había desvanecido: El ingeniero industrial por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) se enlazaba esa noche con Lisa Fernanda, una joven que también estudió en esa institución, hija del presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), José Luis Barraza.

Emparentaba la familia Barraza, de Chihuahua, con los Bergáin Berlanga, de Nuevo León, una familia de empresarios y políticos panistas que fueron socios de Kamel Nacif, el artífice de la infamia contra la periodista Lydia Cacho, en colusión con el gobernador Mario Marín.

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Segunda Parte

Sobre la abierta intervención de Celiderh en las elecciones del 2006, el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) no admite equívocos: el artículo 48, fracción I del Cofipe establece:

“Es derecho exclusivo de los partidos políticos contratar tiempos en radio y televisión para difundir mensajes orientados a la obtención del voto durante las campañas electorales, conforme a las normas y procedimientos que se establecen en el presente artículo.”

Y en la fracción decimotercera, dispone:

“En ningún caso se permitirá la contratación de propaganda en radio y televisión a favor o en contra de algún partido o candidato por parte de terceros.”

Los partidos políticos, nadie más.

Sin embargo, el IFE y su presidente, Luis Carlos Ugalde, olvidaron deliberadamente esta disposición legal para frenar el proselitismo de Celiderh y apenas aludieron, en un tibio exhorto que le hicieron, a la presión que la campaña propagandística ejercía sobre el elector.

Así lo estableció le carta enviada por Ugalde a Rodrigo Ruiz Gandarilla, director de Celiderh –apenas dos días antes del fin de las campañas–, al que comunicó que el Consejo General del IFE “desaprueba el uso de mensajes violentos que puedan infundir temor en los electores mediante imágenes de violencia y uso de armas, que corresponden a realidades ajenas al contexto que se vive en México”.

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Tercera Parte

No es ni deben ser distintas la moral en el poder y la moral en la oposición. El sometimiento de la política a la ética es una radical del partido. A ella nos hemos atenido y nos seguiremos ateniendo: Carlos Castillo Peraza.

México, D.F., 5 de noviembre (apro).- El PAN es el más longevo del sistema de partidos políticos en México –con 68 años de vigencia, siete más que el PRI así denominado–, pero paradójicamente es el menos conocido por los mexicanos en general y aun por los extranjeros interesados, en buena medida porque en su largo tramo opositor construyó un discurso victimista y de monopolio de la democracia nacional que, hasta ahora, sigue explotando.

Pero el PAN, desde un buen número de años, es otra cosa: No nada más muy parecido en sus prácticas político-electorales al PRI –diez años más viejo en sus expresiones de partidos Nacional Revolucionario (PNR) y de la Revolución Mexicana (PRM)–, sino violentando cotidianamente, en una conducta peor todavía, sus propias proclamas fundacionales de ética y de bien común.

En la lógica de lo políticamente correcto, sobre todo en el ámbito de la “opinocracia” nacional, se ha impuesto el criterio de que el poder iguala y que a nadie debe extrañar que los panistas reproduzcan vicios tan cotidianos en priistas, perredistas, verdes, petistas, convergentes y, en general, en los personajes forjados en la turbia política mexicana.

Pero esta es una concepción tramposa en dos sentidos: En el primero de ellos se trata de una coartada para encubrir el oficialismo de siempre y el “neoficialismo” panista –la misma incondicionalidad ante el poder en turno–, pero en el segundo se alienta la fatalidad de que somos, sin opciones, un país de cínicos.

Por eso, desde esta concepción, se toma hasta con naturalidad que Felipe Calderón imponga desde el poder, con todos los recursos ilegales e inmorales, a quienes deben o no deben ser dirigentes y candidatos del PAN, como el presidente de ese partido, en este caso Germán Martínez Cázares.

Pero esa no es la historia ni es la ideología del PAN –o al menos eso han proclamado por décadas los panistas a través de sus prédicas y documentos básicos–, mediante las cuales ha logrado persuadir a millones de mexicanos de darle su voto, porque se ufanaba –se ufana aún– de ser distinto y distinguible del PRI.

Ahora resulta que lo que era deleznable en el PRI –la imposición desde el poder del presidente del partido y de candidaturas a cargos internos y de elección popular– es una virtud en Calderón, quien –además– se presenta con credenciales de ser, como dicta el lugar común, un “panista de cepa”, es decir, (leer más)