La política del racismo en Arizona
Temor y animosidad contra mexicanos
Alvaro Huerta / Counter Pounch / Rebelión
Para no quedar por detrás del difunto segregacionista gobernador de Alabama George Wallace, la gobernadora de Arizona Jan Brewer pasará a la historia como una ardiente xenófoba y racista.

El odio de Brewer por los inmigrantes y su desdén por los derechos civiles de los latinos (residentes legales y ciudadanos) se concretó en las leyes recientemente aprobadas en Arizona que apuntan a la criminalización de los inmigrantes, a la identificación de latinos por su raza y a la negativa a las minorías raciales del derecho a aprender sobre su historia.
Hablo, por cierto, de la SB 1070, la ley anticonstitucional que requiere que los policías exijan documentos legales a individuos sospechosos de ser inmigrantes indocumentados bajo la premisa de “sospecha razonable”, y la HB 2291, la ley racista que prohíbe los estudios étnicos (cursos opcionales, en realidad) en escuelas públicas.
En lugar de reprender a Brewer por sus acciones legislativas racistas, el presidente Barack Obama la invitó recientemente a la Casa Blanca para discutir la controvertida ley de inmigración, a la que el presidente se refirió como “insensata”. Es el mismo presidente que celebró una “Cumbre de la cerveza” en la Casa Blanca con un policía racista, el sargento James Crowley, poco después que éste arrestara al profesor de Harvard Henry Louis Gates, Jr. –un distinguido erudito afroestadounidense– en su propia casa. Ese sonado arresto pudo originarse por la “incapacidad” inicial de Gates de demostrar su residencia a Crowley, incluso después de que Gates presentó su tarjeta de identificación de la facultad de Harvard.

Como cualquier padre debería saber, ¡no hay que recompensar por mala conducta!
Mejor todavía, en lugar de
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