La otra cara del evento deportivo
Los perdedores del Mundial
Joan Canela i Barrull
Directa / Rebelión
En la puerta hay un pequeño piquete de vigilancia que pregunta adónde vas. «Tengo una cita con el obispo». «Un momento» responde el improvisado guarda antes de mirar en una lista para comprobar que se espera a un periodista a esta hora. La Catedral Metodista de Johannesburgo es un colosal edificio construido con la mentalidad de mostrar la gloria y poder de su iglesia en el mismo centro de negocios de la ciudad. Pero hoy su tamaño se ha aprovechado para otros fines, pues es capaz de albergar hasta 2.000 refugiados africanos -sobre todo zimbabuenses, aunque también los hay de países como el Congo, Ruanda, Sudán o Somalia- «apadrinados» por el obispo Paul Verryn.
Verryn es un viejo conocido de las luchas sociales sudafricanas desde los años ochenta, cuando era pastor de una pequeña parroquia de Soweto y se dedicaba a oficiar los entierros de los activistas asesinados por la policía. Quizás por que ya las ha visto de todos los colores no se le ve para nada preocupado ante la orden de destitución del Consejo Metodista Sudafricano. «El Consejo se ha doblegado ante las presiones del Gobierno al que le molestan los refugiados -cuenta, a pesar de la prohibición expresa de hablar con la prensa- pero toda la congregación está muy unida en torno a este proyecto y van a fracasar».

Barrio de extrema pobreza en Soweto, Sudáfrica
Verryn y «sus refugiados», como los llama la prensa local, son en realidad víctimas del Mundial. Y además no son las únicas. Por todo el país hay miles de personas, sobre todo las más pobres, que han sido desplazadas por la construcción de infraestructuras directa o indirectamente relacionadas con el evento, que han visto cómo su forma de vida pasaba a ser criminalizada o que, como en el caso de los refugiados de la Catedral Metodista, sencillamente «molestaban». Se trata de la otra cara del Mundial, de la gente que difícilmente tendrá algo que celebrar aunque la selección de su país lograse llegar a la final y levantar la codiciada copa.
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