Por Nidya Egremy (Rebelión)
Trasnacionales agropecuarias imponen una nueva división internacional del trabajo donde las naciones ricas y desarrolladas venden sus excedentes en el mercado internacional y las naciones pobres y dependientes son proveedoras marginales de frutas o verduras que completan el consumo de los ricos del mundo. Este nuevo poder alimentario mundial amenaza con hambre y muerte a millones de personas.
La dificultad para acceder a los alimentos es lo que sitúa a millones de personas en todo el mundo al borde de la inseguridad alimentaria. Aunque en muchas regiones del planeta la producción de alimentos aumentó, el número de personas hambrientas también creció por la falta de una distribución efectiva de esos alimentos y el rápido crecimiento de la población. Esto se traduce en la inseguridad alimentaria que, en un futuro cercano, podría generar grandes conflagraciones, advierten especialistas mexicanos y organismos internacionales.
La falta de nutrientes lleva al subdesarrollo, que trae consigo enfermedades y muerte. Asimismo, lleva a que los trabajadores tengan baja productividad y los países, cuya población está en estas condiciones, presenten bajísimos índices de competitividad internacional. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece, en su artículo 25, que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, salud, bienestar y, “en especial, alimentación”.