10 de diciembre de 2014: En Oslo, Malala Yousafzai, una mujer joven paquistaní, defensora del derecho de las mujeres a la educación, recibe el premio Nobel de la Paz. En ese momento aparece un hombre joven (Adán Cortes Salas, mexicano), con una bandera de México, que lleva una mancha simulando sangre y le dice: ¡Malala, por favor, no olvides lo que pasa en México! Malala lo ve asombrada. Los agentes de seguridad sacan al hombre joven del salón, las cámaras dejan el close up para pasar a una toma alejada que deja ver toda la sala y se oye a lo lejos un ¡Viva México! y evitan que se vea la forma en que los agentes arrestan al joven que llegó a interrumpir. Malala, la joven mujer, ahora Premio Nobel de la Paz 2014, posiblemente no sabe que pasa en México, seguramente los problemas en su país son iguales o peores, posiblemente estos días ha estado preparándose para ese momento tan especial de su vida. Seguramente se merece que reconozcan su esfuerzo en su lucha por las mujeres de su país. Pero, posiblemente sí sabe qué pasa en México y tal vez lo que no supo fue cómo reaccionar. Quizá pensó que no era oportuno hablar de México. Posiblemente el Comité le dijo que tenía que ceñirse a un discurso. No sé qué pasó por la mente de Malala, lo que sí sé es que, si fuera mexicana, estaría en las protestas por la desaparición y asesinato de estudiantes y que no le darían ningún premio. Que estaría protestando contra los feminicidios y no le darían ningún premio. Que estaría protestando contra la violencia en México, del crimen organizado por políticos y megaempresarios y NO LE DARÍAN NINGÚN PREMIO y, tal vez, ya sería una desaparición más, una muerta más como estuvo apunto de serlo en su país.
Pienso también que al aceptar el premio nobel, te cooptan, te hacen más parte del sistema. Desconozco las circunstancias de Malala en Paquistán pero deben ser muy difíciles. Puede ser que no sepa que ahora es parte de un club al que pertenecen genocidas entre los que destaca Henry Kissinger, quien recibió el premio nobel de la paz en 1974, un año después de orquestar el golpe de estado contra Salvador Allende.
Los premios nobel han sido, desde hace mucho, un show más de occidente, donde se ha premiado y, cada vez con mayor frecuencia y descaro, a políticos, intelectuales y científicos, corruptos o, por lo menos, afines al sistema capitalista, una forma de propaganda donde se presenta el occidente «civilizado» frente al mundo, especialmente frente al «mundo en vías de desarrollo», como modelo, premiando en ciencia y tecnología a sus propios científicos e intelectuales y dejando, con cierta frecuencia, los premios de literatura y especialmente el de la paz, para algunos personajes de ese mundo menos desarrollado.
Me gustaría que un día, en una de esas ceremonias, en la transmisión en vivo, especialmente un premio nobel de la paz, les dijera a los organizadores, algo así como: «Rechazo su premio, su dinero, no les creo, son hipócritas, porque para premiar los esfuerzos por la paz ustedes producen la violencia, porque en las otras áreas del premio, lo que premian son sus intereses, porque han premiado a los economistas promotores del libre mercado (neoliberales), que nos han metido en la situación global en que estamos, de sufrimiento y muerte. Espero que desde ahora sea la humanidad la que elija quien merece ser premiado por ser el mayor promotor de la ciencia, de la tecnología, de las artes, de la paz y en general del bienestar de la humanidad y, seguramente ese premio, se lo llevarían muchísimos hombres y mujeres que cada año luchan, sufren y hasta mueren por buscar un mundo mejor». Si alguno de esos premiados respondiera así, sí creería que esa persona sería merecedora de un premio porque pudiera ser que ayudara a terminar con esa pantomima que se parece a un Teletón VIP.
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